La influencia de los Estados
Unidos sobre el territorio latinoamericano no es ninguna novedad, pero en los
últimos años la militarización del continente con el motivo de la lucha contra
el narcotráfico y el crimen organizado podría estar ocultando otro motivo: el
aseguramiento de recursos naturales estratégicos para un país dependiente en
materia energética. También se destaca el papel de las multinacionales que es
otra estrategia de los Estados Unidos para ampliar su radio de acción y
penetración empresarial y comercial.
Habilidad
a desarrollar:
Deduzco procesos analíticos y premisas basadas en un
razonamiento critico. Determino proposiciones hipotéticas y relaciono lo
investigado con la información percibida por los medios.
Conocimientos:
Recursos
Naturales, Militarización, Multinacionales, doctrina Monroe, Destino
Manifiesto.
Recursos para el
desarrollo del tema:
Guías,
Policopias material de refuerzo, internet, libros, videos.
https://www.youtube.com/watch?v=U_aON4yqHyM canción letra de Ricardo Arjona
ETAPAS DE APRENDIZAJE
Punto de partida:
Un
primer momento para reflexionar sobre el concepto de la militarización en
América Latina.
La militarización de los recursos naturales
Desde la
década de los setenta los Estados Unidos de América han sufrido un proceso de
estancamiento económico importante. A pesar de todos los esfuerzos de las
nuevas Administraciones para contrarrestar los efectos del mandato de George W.
Bush, la herida provocada por el ataque a las Torres Gemelas el 9 de septiembre
del 2001 y los fantasmas de la crisis del 2008 parecen no haber desaparecido.
A sus bajos
niveles de productividad se suman su menor
participación en el PIB mundial, los déficits de su balanza
comercial, la financiarización progresiva de su economía y los problemas de
corrupción dentro de su sistema bancario. Todo ello permite explicar, de manera
somera, cómo los EE. UU. han tenido serios problemas para mantener su hegemonía.
Después de todo, el poder del país siempre ha residido en su economía; sobre
ella se ha edificado su poderío militar y la influencia cultural al extender
por el planeta un estilo
de vida propio en el que se articulan la libertad y la riqueza material
como elementos esenciales de su hegemonía.
La idea de
un mundo unipolar en donde EE. UU. es el líder absoluto e indiscutible comienza
a cuestionarse con la aparición de nuevos y desafiantes actores en el panorama
internacional. Tanto la Unión Europea como los tigres asiáticos representan
una amenaza constante para el Gobierno estadounidense, que cada vez tiene más
dificultades a la hora de dictar las reglas en el mundo. A esto se suma la
presencia de países como Brasil, Rusia, India y China, que intentan hacer un
grupo económico de contrapeso frente a los Estados Unidos. Asimismo, el impacto
de la crisis económica de 2008 no tuvo precedentes: provocó la caída de varias
instituciones bancarias y financieras consideradas “demasiado grandes para
fracasar”. El atentado sufrido el 11S ya había significado un duro golpe para
un país que se pensaba invulnerable ante las amenazas externas. Fue después del
ataque cuando se dio un aumento
explosivo del gasto en defensa y en investigación y desarrollo para el estudio
de nuevas soluciones tecnológicas con que enfrentar la amenaza, en
detrimento del gasto otrora dedicado al desarrollo social del país. El problema
de la crisis financiera también contribuyó al empobrecimiento de la clase media
y obligó al Gobierno a tomar medidas drásticas tanto en el interior como al
exterior.
Otra de las
características principales de esta nueva situación comprometida es que ocurrió
en el marco de la crisis energética. Esta se encuentra estrechamente
relacionada con el agotamiento de recursos naturales estratégicos, como el
agua, los minerales y el petróleo, que pasan a convertirse en un asunto de
seguridad nacional y, por ende, vinculados a las fuertes políticas de
militarización que ha ejecutado el Gobierno estadounidense a lo largo y ancho
del planeta a través de la creación de iniciativas como la Doctrina de
Seguridad Nacional.
La seguridad
nacional después del 11S
Con la
intención de resolver sus problemas económicos y de seguridad, el Gobierno de
EE. UU. se encargó de diseñar dos documentos. El primero, producido por
iniciativa de un grupo neoconservador organizado en el año 2000 alrededor del
Proyecto para el Nuevo Siglo Estadounidense, planteaba preservar
la pax americana recurriendo
a misiones militares que garantizaran asegurar y ampliar las regiones
“democráticas y pacíficas”, desalentando el surgimiento de nuevas potencias
rivales y defendiendo regiones claves, entre otras medidas, por lo que se
hizo necesario fortalecer la red de bases militares en todo el mundo,
incluyendo América Latina y el Caribe.
En el segundo
documento se establecían objetivos como fortalecer las alianzas para
derrotar al terrorismo mundial, trabajar para prevenir ataques en contra del
país y sus aliados, desactivar los conflictos regionales, emprender una nueva
era de crecimiento económico mundial a través de mercados libres y el libre
comercio y transformar las instituciones de seguridad nacional de EE. UU. para
enfrentar los retos y oportunidades del siglo XXI.
Ambos
documentos se convirtieron en ejes fundamentales de la Administración
estadounidense para América Latina, una región señalada por el discurso
gubernamental oficial como no prioritaria —al menos en el campo de la inversión
y el comercio— frente a Asia y Europa—, pero en la que hubo un incremento
exponencial de presencia militar estadounidense. Gran parte de estos recursos
son destinados a incrementar la seguridad nacional interna, pero sobre todo el
poder del Departamento de Defensa y las Fuerzas Armadas en la asignación de
recursos para programas de corta duración que influyen sobre cuestiones de
control democrático y fortalecimiento de capacidades civiles. Por lo tanto,
todo parece indicar que Latinoamérica tiene una fuerte relevancia para los EE.
UU., pero, si no es comercial ni de inversión, ¿en qué radica esta importancia?

El empeño
estadounidense de erigirse como fuerza imperialista dominante en Latinoamérica
no es ninguna novedad; en realidad, se trata de un fenómeno que viene sucediendo
desde finales de 1823 con la creación de la doctrina
Monroe. En ese documento, el país recién independizado estableció que
América era para los americanos —del norte—, en referencia a que no permitirían
que los europeos volviesen a entrometerse en la región.
Este intento
por establecer su supremacía en el continente se confirmó años más tarde con
el “destino
manifiesto”, basado en la creencia de un pueblo elegido por Dios —el de las
trece colonias— como aquel destinado a garantizar la libertad y democracia para
todas las naciones del continente y el mundo. En otras palabras, se trataba de
una ideología cuyo objetivo era justificar los intentos de expansión geográfica
y política de EE. UU. De ahí la anexión de la mitad del territorio mexicano
durante el siglo XIX, la compra de
Alaska, el control
de Cuba por medio de la enmienda
Platt o la conversión
de Puerto Rico en un Estado libremente asociado.
El siglo XX
fue testigo de las incursiones estadounidenses en Latinoamérica a través de las
políticas del “gran
garrote” y el “buen
vecino”, la Alianza para el Progreso y la Organización de los Estados
Americanos (OEA). Así, durante la Guerra Fría, el
Gobierno de EE. UU. financió campañas políticas y golpes de Estado para
derrocar a Gobiernos democráticos bajo la excusa de proteger a América Latina
del comunismo. En este contexto, durante la Conferencia Internacional de los
Estados Americanos de 1954, la OEA declaró que la actividad comunista
constituía una intervención en los asuntos internos americanos y que la
instalación de un régimen de esta naturaleza implicaba una amenaza al sistema.
Con el fin
de la Guerra Fría y la consiguiente desaparición de la amenaza comunista,
Estados Unidos se quedó sin argumentos para mantener su política
intervencionista en el continente hasta 1992, año en que se aprobó el Protocolo
de Washington, en el cual quedó delimitada una nueva forma de autoritarismo
político, económico y militar que establecía la democracia representativa como
la única forma de Gobierno legítima en América Latina, la creación del Área de
Libre Comercio de las Américas y el aumento de la presencia militar directa de
EE. UU. en la región, lo que permitió una profundización de su presencia
económica y política, así como una mejor vigilancia de la democracia, la
regulación migratoria, el tráfico de drogas y la lucha contra el terrorismo.
Uno de los
problemas más acuciantes de Estados Unidos está relacionado con el agotamiento
de sus recursos naturales estratégicos y la dependencia que esto le ocasiona
frente a otros países en el mercado internacional. Si nos atenemos
específicamente al petróleo, se puede apreciar inmediatamente la gravedad del
problema: la superpotencia es el mayor consumidor mundial de este recurso y
aproximadamente el 50% de todo el petróleo bruto que importa proviene de países
latinoamericanos y caribeños, como Ecuador, Brasil, Trinidad y Tobago,
Argentina, México y Venezuela, lo que refleja una fuerte dependencia en materia
petrolera. Es conveniente recordar que el
continente americano es el poseedor del 24% de las reservas mundiales de este
recurso y que Venezuela posee la segunda reserva comprobada de petróleo más grande
del planeta, solamente por detrás de Canadá.
Incluso si
se consideran fuentes energéticas alternativas como los biocombustibles, la
dependencia sigue sin superarse. Estados
Unidos, a pesar de ser el mayor productor de etanol en el mundo, es menos
eficiente que Brasil, su competidor más cercano, por lo que también se ve en la
necesidad de importar dicho producto, de modo que también es el mayor importador
de biocombustibles del planeta.
Frente a
este problema, Washington tiene mucho por qué preocuparse, sobre todo en la
coyuntura actual, en la que los países latinoamericanos comienzan a expresar su
preocupación y defender
sus recursos naturales con más frecuencia. Venezuela es un
ejemplo de ello; basta recordar que Chávez
amenazó en diferentes ocasiones con cortar el suministro de petróleo a la
nación del norte. Otros ejemplos muy próximos los encontramos en la Bolivia de Evo
Morales, quien nacionalizó
diversas empresas explotadoras de gas en 2006, y el
Ecuador de Rafael Correa, que litigó
contra las empresas petroleras estadounidenses que dañaban el medio ambiente y
no querían someterse al nuevo régimen de ganancias extraordinarias.
Esta
preocupación fue incluso mencionada en 2006 por el subcomité estadounidense de
Recursos Energéticos Nacionales al señalar que el país corría el riesgo de ser cercado
por Irán, Venezuela, Rusia, Nigeria y Bolivia, de manera
que no pudiera contar con el uso de la energía como arma. Por ello, a
principios del siglo XXI, muchas empresas estadounidenses
vieron sus activos reducidos a la mitad como resultado del nacionalismo
energético, así como la decadencia de su influencia en la medida en que los
países latinoamericanos iban creciendo.
Por si fuera
poco, China e India comenzaron a demandar cada vez más recursos energéticos
para sostener su crecimiento, lo que dificultó aún más la competencia por estos
derivados en el mercado mundial. Un ejemplo de ello ocurrió en 2005
cuando los
Gobiernos chino y venezolano firmaron acuerdos para la explotación de gas y
petróleo. La potencia asiática firmó convenios similares con países como
Brasil, Ecuador, Bolivia, Perú, Colombia, Cuba y Argentina, con lo que incrementaba
su presencia en la región.
No obstante,
el petróleo no es lo único que le interesa a los EE. UU. América Latina cuenta
con otros recursos imprescindibles, como el agua y una larga lista de
minerales, muchos de ellos estratégicos e inexistentes en el territorio de la
superpotencia del norte, así como una biodiversidad inmensa llena de bondades
aún por descubrir.
En el
contexto de las nuevas formas de dominación estadounidense en América Latina
por medio de la Doctrina de Seguridad Nacional, también se pueden encontrar el
daño medioambiental, la inmigración ilegal y el tráfico de drogas, que dividen
la región de formas dispares: los
problemas ambientales se centran en los países que comparten la Amazonia, el
narcotráfico en los de la región andina y los
migratorios en América central, principalmente —aunque el país más
afectado en los tres casos es México—.
En todos
ellos se pueden detectar operaciones gestionadas desde la Casa Blanca con el
único objetivo de proteger sus intereses. Ejemplo de dicha situación lo
encontramos en Brasil, que, temiendo perder soberanía sobre su territorio amazónico,
asumió un rol destacado en la política ambiental mundial mediante la
instalación de un inmenso Sistema de Vigilancia de la Amazonia (Sivam). En 2001
salió a la luz que la
empresa estadounidense ganadora de la licitación para instalar los equipos de
monitoreo fue ayudada por la red de espionaje Echelon, lo cual
evidencia la manipulación ejercida para controlar una de las áreas más ricas en
biodiversidad y recursos del planeta.
En otros
países, sobre todo aquellos vinculados a la producción de drogas, esa
manipulación ha sido cada vez más evidente y ha tenido un profundo carácter
militar. Muestra de ello es que, desde finales de los ochenta, Bolivia,
Colombia y Perú involucraron a sus ejércitos en operaciones antinarcóticos con
entrenamiento y asistencia del Gobierno de Estados Unidos, lo que a
la postre marcaría la llegada del Plan Colombia, que
facilita la entrada de tropas estadounidenses bajo el pretexto de combatir al
narcotráfico.
La elección
del territorio colombiano para su implementación no fue al azar, ya que esta
nación se encuentra en el corazón de la que probablemente sea la cuenca
petrolera más importante del mundo, la venezolana, y con balcón sobre la
Amazonia, la mayor reserva vegetal y acuífera del planeta, lo que lo convierte
en un punto geoestratégico de gran relevancia. Por su parte, México firmó un
documento similar al colombiano conocido como Iniciativa
Mérida, que amplía la frontera estadounidense hasta el sur de dicho país
para detener con fuerzas de seguridad mexicanas el tránsito de inmigrantes
centroamericanos, así como luchar la guerra
contra el narcotráfico inaugurada durante el mandato del
presidente mexicano Felipe Calderón.
Después de
los ataques del 11S se percibió un impacto mucho más visible en las relaciones
de seguridad —militares y civiles— entre Washington y América Latina. Bajo esta
tónica, EE. UU. llegó a señalar que un tercio de los grupos terroristas
diseminados alrededor del mundo operaban dentro de la región y que ello
implicaba un peligro para su país, lo que dio como resultado la aplicación de
múltiples estrategias para interrumpir el mercado de drogas.
Posteriormente,
estas declaraciones servirían como justificación para la reactivación de la IV
Flota estadounidense, inactiva desde finales de la II Guerra Mundial, algo que
su Marina consideró un reconocimiento
de la inmensa importancia de la seguridad marítima del sur del continente y una
forma de enviar señales poderosas a toda la sociedad civil y marítima de
Latinoamérica.
Bajo vigilancia permanente
Estados
Unidos siempre ha procurado ejercer un rol importante en el mundo desde que se
independizó como país. Por su parte, América Latina ha sido desde siempre uno
de los blancos favoritos de esta nación para llevar a cabo experimentos
económicos, políticos y sociales. Entendido de esta manera, el militarismo
actual no sería más que otra manifestación de la política imperialista de los
EE. UU. sobre el continente, agravado quizás por su proximidad geográfica, pero
sobre todo por la emergencia de los recursos naturales.
Los
problemas económicos de EE. UU. han venido aumentando en los últimos años, lo
que acarrea una pérdida de influencia en el mundo entero. Tanto la Doctrina de
Seguridad Nacional como la Iniciativa Mérida, el Plan Colombia y la
reactivación de la IV Flota se revelan como intentos por recuperar su otrora
hegemónico poder sobre la región y garantizar el flujo de recursos naturales
estratégicos.
En un
contexto en el que no hay más lucha política contra el comunismo, los recursos
naturales pueden servir para justificar la creciente militarización de América
Latina. Al contrario de lo que indican los dos documentos concernientes a la
seguridad nacional de EE. UU., la presencia de 39 bases
militares y 46 bases itinerantes hace pensar que la región es
más prioritaria de lo que parece.
http://es.lapluma.net/index.php?option=com_content&view=article&id=8698:2016-10-10-23-22-49&catid=94:mundo&Itemid=427
Actividades:
1. Establecer dos conclusiones
de cada imagen que acompaña el texto.
2. Con 10 proposiciones
afirmar los intereses de E.U. en militarizar los recursos naturales en A.L.
Acompañarlas con una ilustración en el cuaderno.
Con esto en mente completa
el siguiente cuadro:
Meta
personal (lo que esperas lograr):
|
|||
Proyección
de entrega por etapa (Cuántas horas te vas a demorar):________
|
|||
Punto
de Partida
_________
|
Investigación
_________
|
Desarrollo
de la habilidad
________________
|
Relación
________
|
Proyección
de entrega del tema (en horas):__________________
Fecha
proyectada de entrega: ___________________
|
1. ¿Qué elementos podemos observar de la siguiente imagen
para explicar la militarización de los
recursos?

a. ¿Qué mensaje nos dan la ilustración y cuál es su sentido
crítico?
b. ¿Qué asunto nos hace llamar la atención y porque?
Investigación
En
esta etapa comprenderás sobre la política de las multinacionales con sus características y consecuencias en el
myndo. Para eso desarrollaras las siguientes actividades en tres momentos:
1. Antes: Realiza
la lectura formulando preguntas (5) acerca del mismo, y respondiendo estas
preguntas con las lecturas y videos de los enlaces, más los textos de la guía.
La política exterior de
las multinacionales
Las
empresas multinacionales se han convertido en los últimos años en uno de los
actores más poderosos del sistema mundial. En su empeño de maximizar sus
beneficios, son capaces de traspasar fronteras, reducir barreras espaciotemporales
y crear redes de interdependencia y conexión a lo largo y ancho del globo.
Haciendo esto, se relacionan directa o indirectamente con Estados,
organizaciones internacionales e incluso con otras multinacionales rivales. Los
resultados de esas relaciones son de enorme trascendencia y responden a una
estrategia común de actuación, esto es, a una política exterior propia.
Las multinacionales, ¿más poderosas que los Estados?
Las empresas
multinacionales tienen una visión global de la economía, de su ámbito de
trabajo y de su presencia en el mercado mundial. Al actuar a semejante escala,
bien intentan influir o condicionar las políticas de los Estados para que sean
conformes a sus intereses, bien desarrollan una estrategia para negociar con un
Estado como contraparte al mismo nivel. Todo ello forma parte de su política
exterior.
A
raíz del proceso de globalización y la reciente revolución tecnológica, las
empresas multinacionales han adquirido un enorme poder, hasta el punto de
enfrentarse incluso con Estados. Lo cierto es que su poder puede ejercer una
influencia decisiva sobre un Gobierno, tanto si es para garantizar sus
intereses en ese país como para simplemente desarrollar su actividad.
Recientemente, en 2014, el presidente turco, Recep Tayyip Erdoğan, bloqueó
el acceso desde Turquía a la red social Twitter debido
a la difusión a través de esta red de pruebas de corrupción de la cúpula
gubernamental, incluido el propio Erdoğan. De esta forma, una multinacional con
un enorme poder de información a nivel nacional y mundial se enfrentaba al
Gobierno de un Estado que veía sus intereses en peligro por culpa de la
actividad de esta empresa.
Recientemente,
hemos podido constatar cómo incluso jurídicamente se reconoce a las
multinacionales privadas como actores propios al mismo nivel que los Estados.
En el tratado
de comerciorecientemente firmado entre Canadá y la UE se dispone que las
disputas litigiosas entre empresas afectadas por normas estatales contrarias al
tratado se resolverán mediante tribunales privados de
arbitraje. Así, en una disputa entre una empresa multinacional y un Estado,
este será visto como equivalente a la primera a ojos del tribunal, que tomará
una decisión vinculante al margen de lo que establezca el ordenamiento jurídico
del Estado. En los últimos años, algunos Estados se han visto obligados a
indemnizar a multinacionales o a realizar cambios en su ordenamiento como
resultado de estos tribunales. Este mismo año, Ecuador
logró rebajar a 980 millones de dólares una resolución inicial
que le obligaba a indemnizar a Occidental Petroleum Corp con 2.300 millones de
dólares.
Si
además de estos ejemplos añadimos datos como que los
ingresos de Walmart en 2010 fueran más elevados que el PIB de Grecia,
podríamos atrevernos a decir que hay multinacionales más poderosas que algunos
Estados. Es por ello que se comienza a hablar de la estrategia de
desnacionalización de las empresas o incluso de su virtualización, es decir, de
la total ausencia de conexión con estructuras políticas. En ello podrían estar
interesadas las 25
empresas que ya son más poderosas que la mayoría de los Estados. Lo
que sin duda queda claro es que en el siglo XXI las empresas multinacionales
son actores políticos de primer orden, capaces de condicionar la actualidad de
la agenda internacional.
Un ejemplo del pasado: la política exterior de la UFCO
Podría
decirse que ni las empresas multinacionales son un producto del siglo XXI ni,
por ende, el hecho de que desarrollen una política exterior tampoco lo es. Si
atendemos al ejemplo de la United Fruit Company (UFCO) estadounidense,
estaríamos ante una empresa que opera en territorios distintos y, nuevamente, a
través de una lógica común de actuación. Sin embargo, no estamos ante el mismo
fenómeno que en nuestros días.
La
UFCO era una empresa estadounidense que monopolizaba el comercio de frutas
entre América Central y los Estados Unidos. Efectivamente, trazaba una red de
contactos y de relaciones entre las élites gobernantes de los territorios donde
operaba y el Gobierno estadounidense para asegurarse la no interferencia en su
control de la producción. Sin embargo, el modo de hacerlo difiere del que
emplean las multinacionales en la actualidad, por su implicación directa y
violenta en los territorios donde operaba y por su simbiosis respecto a la
política exterior estadounidense.
Es
conocida su participación en la Masacre de las Bananeras en
Colombia (1928) al presionar a las autoridades locales para que
reprimiesen a sus trabajadores en huelga, con el resultado de unos mil muertos.
De similar forma, para salvaguardar sus intereses en Guatemala, la CIA
organizó un golpe de Estado en 1954; por aquel entonces, el
director de la agencia, Allen Dulles, pertenecía al consejo directivo de la
UFCO.
Al
margen de la participación directa y violenta en conflictos internos, la
principal característica del modelo de la UFCO era su paralelismo respecto a la
política exterior estadounidense hacia América Central y viceversa. Ello se
explica gracias a las relaciones entre sus altos cargos y el Departamento de
Estado u otros organismos gubernamentales. De esta forma, allá donde la UFCO
tuviera un interés estaba el aparato del Estado norteamericano para
asegurárselo. Se trata, pues, de una actividad y unos intereses exteriores de
una empresa que se servía de la política exterior de su país de origen para su
defensa.
Manual de instrucciones para construir una política
exterior propia
Si
por algo la política exterior actual de las multinacionales es distinta, es
principalmente porque han querido rehuir de la imagen que proporciona el modelo
de la United Fruit Company. La estrategia exterior actual, no solo de las
multinacionales, sino de las pequeñas y medianas empresas, así como las
empresas emergentes, es demostrar la utilidad que proporciona la empresa para
los retos y desafíos de la sociedad y vender la empresa como institución social
útil, para lo que se valen, entre otras cosas, de la responsabilidad social
corporativa, destinada fundamentalmente a promover esta imagen de la empresa de
cara al exterior.
En
un artículo
reciente publicado en la Harvard Business Review, el analista John Chipman
defiende la necesidad de las multinacionales de “privatizar” la política
exterior, esto es, de realizar por sí mismas las actividades que venían siendo
características de los Estados, con dos objetivos fundamentales: mejorar las
habilidades de la empresa para operar en el exterior a través de la diplomacia
corporativa y asegurar el éxito en cualquier escenario a través de diligencia geopolítica.
La
diligencia geopolítica en las actuaciones de la empresa implica, a grandes
rasgos, aplicar una visión estratégica más regional que local y tener presentes
los riesgos trasnacionales. Así, para prevenir sucesos como el ataque a la planta
de gas en Argelia en 2013 por Al Qaeda, una acción planeada y
ejecutada en tres países distintos, una empresa debería considerar los
principales actores regionales y trazar una estrategia respecto a ellos.
El
segundo pilar fundamental de la política exterior de las multinacionales es la
diplomacia corporativa. Su función es mejorar la habilidad de la empresa para
operar hacia el exterior y garantizar su éxito en cualquier país. Para ello, es
positivo que la empresa desarrolle una política exterior distinta a la de su
país de origen. Por ejemplo, una empresa saudí muy alineada con las políticas
de su Gobierno levantaría más inquietud en sus clientes por su delicada postura
respecto a los derechos humanos, algo que no ocurriría si tuviera una línea más
desmarcada.
El
desarrollo de la diplomacia corporativa nos lleva necesariamente a otro punto:
la figura del diplomático. En las grandes multinacionales, este cargo lo ocupan
normalmente los CEO o miembros del consejo de administración y dirección de la
empresa, aunque el fenómeno de las puertas giratoriasha implicado que, en gran
medida, este tipo de puestos fueran reservados para expolíticos con una gran
trayectoria y, sobre todo, una abultada agenda de contactos
internacionales.
Sin
embargo, son cada vez más los empresarios que, rodeados de buenos asesores de
estrategia, ejercen la función de representar a su firma de forma similar a la
que encontramos entre embajadores o representantes estatales, vendiendo la
marca de su empresa mediante fundaciones, participación en foros o su presencia
en medios de comunicación. Un ejemplo de diplomático del siglo XXI lo
encontramos en Bill Gates, fundador de Microsoft, quien desarrolla a través de
su fundación
filántropauna estrategia de presencia mundial distinta a la de Microsoft,
por ejemplo desarrollando iniciativas
de prevención de pandemias globales junto a otros líderes
mundiales o, recientemente, participando en foros internacionales, como
la Conferencia
de Seguridad de Múnich, que reúnen a los principales dirigentes
mundiales.
Un ejemplo del presente: la política exterior de Exxon
Mobil
En Private Empire, el
periodista Steve Coll describe a Exxon Mobil como “un Estado independiente
dentro de Estados Unidos, con su propia red de contactos internacionales y una
política exterior independiente”. Coll analiza el modus operandi de
Exxon, cómo actúa de manera totalmente independiente del poder del Gobierno
estadounidense con el único objetivo de extraer petróleo para el beneficio de
sus accionistas. En una empresa como Exxon, disponer de una política exterior
propia es, quizás, el segundo aspecto organizativo más importante como empresa
después de su estrategia productiva.
Exxon
Mobil es la mayor empresa descendiente de la monopolística Standard Oil,
fundada por John D. Rockefeller. Es la empresa
energética con mayor cotización en bolsa (355.921 millones de
euros en 2016), solo superada por cuatro empresas del sector tecnológico y de
inversión. Tradicionalmente presente únicamente en el mercado de
petróleo, en 2009
compró por 30.000 millones de dólares XTO Energy,
empresa especializada en perforar y explotar yacimientos naturales. Es la mayor
empresa energética a nivel mundial y está presente en más de veinte países de
los cinco continentes.
Esta
empresa actúa en países extranjeros con reservas de gas y petróleo, invirtiendo
enormes sumas de capital en operaciones que comienzan a aportar beneficios diez
o quince años después de su comienzo. Evidentemente, no lo hace a cualquier
precio ni, de cualquier manera. Primero necesita información de la situación
geopolítica de la zona en la que va a invertir y de los posibles riesgos a
corto y a largo plazo. Para ello, cuenta con un departamento propio de
inteligencia política y análisis estratégico, en el que trabajan antiguos
diplomáticos, funcionarios públicos e investigadores privados especializados en
cada región mundial.
https://rolloid.net/estas-ilustraciones-te-mostraran-una-realidad-incomoda-ver/
Exxon
está interesada sobre todo en la estabilidad política del país y la región
donde invierte para asegurar sus beneficios a largo plazo. Para ello, no duda
en asegurar a los grupos políticos adecuados para que mantengan el orden y se
mantengan ellos mismos en el poder. Azerbaiyán, Chad, Guinea Ecuatorial,
Tailandia o Madagascar son algunos
países en los que posee inversiones. En 2004, por ejemplo, un
subcomité del Senado estadounidense identificó un banco
en Washington donde Exxon y otras petrolíferas ingresaban dinero que iba a
parar exclusivamente a las manos de la familia de Teodoro Obiang,
dictador ecuatoguineano que ostenta el poder en la antigua colonia española
desde 1979.
En
todas las operaciones internacionales, que son negociadas con Gobiernos
extranjeros, Exxon está representada por sus directivos más altos. El actual
secretario de Estado de la Administración Trump, Rex Tillerson, fue elegido
precisamente por sus cualidades de negociador. Exdirector de Exxon, Tillerson
logró forjar una política exterior empresarial capaz de poner en jaque las
políticas del Departamento de Estado hacia ciertas regiones con el objetivo de
salvaguardar los intereses de la compañía. En 2011, firmó un acuerdo
con el Gobierno del Kurdistán iraquí que debilitaba al
Gobierno central de Bagdad en contra de los objetivos de la Administración
Obama. Más sonado es su avocamiento por el cese de las sanciones a Rusia, lo
que le valió ser condecorado
con la Orden de la Amistad directamente por el presidente
Putin.
Exxon
sigue a rajatabla las recomendaciones de Chipman en el diseño de una política
exterior —diligencia geopolítica y diplomacia corporativa— a la vez que ha
logrado distanciarse enormemente de la impresión pública que tenía la UFCO. Con
una política exterior propia consolidada y hasta contraria a la de su país de
origen, Exxon ha logrado posicionarse como la mayor empresa del sector
energético a nivel mundial y trazar una red de conexiones y actividades en
regiones muy distintas, con un modo de actuación siempre favorable a sus
intereses.
¿Un nuevo orden mundial?
Resulta
indudable el hecho de que el poder de las multinacionales ha aumentado en las
últimas décadas. Si comparamos el PIB y
las cifras de facturación de varias empresas en 2015,
vemos que una petrolífera china, Sinopec, es más poderosa que Sudáfrica; que
Toyota supera en casi 40 millones de dólares a Portugal, o que una empresa de
telecomunicaciones como AT&T tiene casi el doble de ingresos que
Eslovaquia.
Ante
esto, cabe hacerse varias preguntas. En primer lugar, el orden mundial que
triunfó con la caída del bloque soviético en los noventa se basaba en la idea
de que la democracia liberal era la forma universal más adecuada de gobernar el
mundo y que todos los Estados deberían fijar como meta la democracia liberal
representativa como forma de gobierno. Sin embargo, las multinacionales como
actores de la política mundial no promueven ni adoptan la democracia liberal;
al contrario: en ocasiones, defienden regímenes autoritarios antidemocráticos,
como es el caso de Exxon en Guinea Ecuatorial. Habría que preguntarse si las
multinacionales pueden llegar a suponer una amenaza para la democracia y
los derechos humanos.
Si
realmente lo son, ¿qué orden mundial alternativo proponen? Lo que se puede
deducir del análisis de su política exterior es que el objetivo que persiguen
las multinacionales a través de ella es mejorar sus rendimientos e ingresos a
lo largo del mundo. Las multinacionales no promueven un orden mundial nuevo de
acuerdo a sus intereses, sino que favorecen estos a costa del orden vigente.
2.
Durante: Selecciona palabras claves con
la siguiente indicación: el signo + si comprendes el significado, el signo ? si
comprendes algo general o si no estás seguro de lo que significa y el signo –
si no comprendes la palabra. Puedes agregar preguntas adicionales.
3.
Después: Socializan los puntos
anteriores con tres compañeros más y traten de aclarar los conceptos marcados
con el signo ? y -, en caso de requerir ayuda busque al analista. Enseguida
responder a las preguntas planteadas en el antes, primer punto.
4.
Diseña un organizador gráfico con las
principales ideas de alguno de los dos textos.
Desarrollo de la
habilidad
En esta etapa pondrás en práctica lo que has
aprendido hasta el momento, concretarás la construcción de saberes y camino al
desarrollo de habilidades relacionadas con el concepto de militarización de los
recursos y el papel de las multinacionales.
1.
Realizar
un noticiero corto de tres minutos en video por celular acerca de la
militarización de los recursos o de la intervención de las multinacionales en
el mundo, por grupos.
2.
En cartelera desarrollar el mapa de América Latina o del mundo, si
es el primero, sustentar el tema de la militarización de los recursos, si es el
segundo, el papel desarrollado por las multinacionales.
Relación
En
esta etapa aplicarás tus nuevos aprendizajes a tu realidad, harás ejercicios
que traigan FRE a tu colegio y a tu vida. Por otro lado, evaluarás tu proceso
durante las etapas anteriores y tu disposición de trabajo en general.
http://metiendoruido.com/2013/07/apuntes-de-zibechi-progresismo-neocolonialismo-extractivismo-autonomia-y-control-territorial/
1. De la anterior
imagen, construir un texto que contengan 50 palabras explicando la relación con
el tema de la militarización de los recursos.
2. ¿Qué mensaje nos aportan la canción de
Ricardo Arjona? Ver enlace de video.