viernes, 6 de abril de 2018

TEMA: MILITARIZACION DE LOS RECURSOS Y EL PAPEL DE LAS MULTINACIONALES EN EL MUNDO SIGLO XXI I.E.D. CEIS SOPÓ 2018 FONTAN OFAR II PERIODO 11°



La influencia de los Estados Unidos sobre el territorio latinoamericano no es ninguna novedad, pero en los últimos años la militarización del continente con el motivo de la lucha contra el narcotráfico y el crimen organizado podría estar ocultando otro motivo: el aseguramiento de recursos naturales estratégicos para un país dependiente en materia energética. También se destaca el papel de las multinacionales que es otra estrategia de los Estados Unidos para ampliar su radio de acción y penetración empresarial y comercial.
Habilidad a desarrollar:
Deduzco  procesos analíticos y premisas basadas en un razonamiento critico. Determino proposiciones hipotéticas y relaciono lo investigado con la información percibida por los medios.
Conocimientos:                                                                                            
Recursos Naturales, Militarización, Multinacionales, doctrina Monroe, Destino Manifiesto.
Recursos para el desarrollo del tema:
Guías, Policopias material de refuerzo, internet, libros, videos.
https://www.youtube.com/watch?v=U_aON4yqHyM canción letra de Ricardo Arjona

                                                ETAPAS DE APRENDIZAJE
Punto de partida:
Un primer momento para reflexionar sobre el concepto de la militarización en América Latina.

La militarización de los recursos naturales

Desde la década de los setenta los Estados Unidos de América han sufrido un proceso de estancamiento económico importante. A pesar de todos los esfuerzos de las nuevas Administraciones para contrarrestar los efectos del mandato de George W. Bush, la herida provocada por el ataque a las Torres Gemelas el 9 de septiembre del 2001 y los fantasmas de la crisis del 2008 parecen no haber desaparecido.
A sus bajos niveles de productividad se suman su menor participación en el PIB mundial, los déficits de su balanza comercial, la financiarización progresiva de su economía y los problemas de corrupción dentro de su sistema bancario. Todo ello permite explicar, de manera somera, cómo los EE. UU. han tenido serios problemas para mantener su hegemonía. Después de todo, el poder del país siempre ha residido en su economía; sobre ella se ha edificado su poderío militar y la influencia cultural al extender por el planeta un estilo de vida propio en el que se articulan la libertad y la riqueza material como elementos esenciales de su hegemonía.
La idea de un mundo unipolar en donde EE. UU. es el líder absoluto e indiscutible comienza a cuestionarse con la aparición de nuevos y desafiantes actores en el panorama internacional. Tanto la Unión Europea como los tigres asiáticos representan una amenaza constante para el Gobierno estadounidense, que cada vez tiene más dificultades a la hora de dictar las reglas en el mundo. A esto se suma la presencia de países como Brasil, Rusia, India y China, que intentan hacer un grupo económico de contrapeso frente a los Estados Unidos. Asimismo, el impacto de la crisis económica de 2008 no tuvo precedentes: provocó la caída de varias instituciones bancarias y financieras consideradas “demasiado grandes para fracasar”. El atentado sufrido el 11S ya había significado un duro golpe para un país que se pensaba invulnerable ante las amenazas externas. Fue después del ataque cuando se dio un aumento explosivo del gasto en defensa y en investigación y desarrollo para el estudio de nuevas soluciones tecnológicas con que enfrentar la amenaza, en detrimento del gasto otrora dedicado al desarrollo social del país. El problema de la crisis financiera también contribuyó al empobrecimiento de la clase media y obligó al Gobierno a tomar medidas drásticas tanto en el interior como al exterior.
Otra de las características principales de esta nueva situación comprometida es que ocurrió en el marco de la crisis energética. Esta se encuentra estrechamente relacionada con el agotamiento de recursos naturales estratégicos, como el agua, los minerales y el petróleo, que pasan a convertirse en un asunto de seguridad nacional y, por ende, vinculados a las fuertes políticas de militarización que ha ejecutado el Gobierno estadounidense a lo largo y ancho del planeta a través de la creación de iniciativas como la Doctrina de Seguridad Nacional.

La seguridad nacional después del 11S

Con la intención de resolver sus problemas económicos y de seguridad, el Gobierno de EE. UU. se encargó de diseñar dos documentos. El primero, producido por iniciativa de un grupo neoconservador organizado en el año 2000 alrededor del Proyecto para el Nuevo Siglo Estadounidense, planteaba preservar la pax americana recurriendo a misiones militares que garantizaran asegurar y ampliar las regiones “democráticas y pacíficas”, desalentando el surgimiento de nuevas potencias rivales y defendiendo regiones claves, entre otras medidas, por lo que se hizo necesario fortalecer la red de bases militares en todo el mundo, incluyendo América Latina y el Caribe.
En el segundo documento se establecían objetivos como fortalecer las alianzas para derrotar al terrorismo mundial, trabajar para prevenir ataques en contra del país y sus aliados, desactivar los conflictos regionales, emprender una nueva era de crecimiento económico mundial a través de mercados libres y el libre comercio y transformar las instituciones de seguridad nacional de EE. UU. para enfrentar los retos y oportunidades del siglo XXI.
Ambos documentos se convirtieron en ejes fundamentales de la Administración estadounidense para América Latina, una región señalada por el discurso gubernamental oficial como no prioritaria —al menos en el campo de la inversión y el comercio— frente a Asia y Europa—, pero en la que hubo un incremento exponencial de presencia militar estadounidense. Gran parte de estos recursos son destinados a incrementar la seguridad nacional interna, pero sobre todo el poder del Departamento de Defensa y las Fuerzas Armadas en la asignación de recursos para programas de corta duración que influyen sobre cuestiones de control democrático y fortalecimiento de capacidades civiles. Por lo tanto, todo parece indicar que Latinoamérica tiene una fuerte relevancia para los EE. UU., pero, si no es comercial ni de inversión, ¿en qué radica esta importancia?




El empeño estadounidense de erigirse como fuerza imperialista dominante en Latinoamérica no es ninguna novedad; en realidad, se trata de un fenómeno que viene sucediendo desde finales de 1823 con la creación de la doctrina Monroe. En ese documento, el país recién independizado estableció que América era para los americanos —del norte—, en referencia a que no permitirían que los europeos volviesen a entrometerse en la región.
Este intento por establecer su supremacía en el continente se confirmó años más tarde con el “destino manifiesto”, basado en la creencia de un pueblo elegido por Dios —el de las trece colonias— como aquel destinado a garantizar la libertad y democracia para todas las naciones del continente y el mundo. En otras palabras, se trataba de una ideología cuyo objetivo era justificar los intentos de expansión geográfica y política de EE. UU. De ahí la anexión de la mitad del territorio mexicano durante el siglo XIX, la compra de Alaska, el control de Cuba por medio de la enmienda Platt o la conversión de Puerto Rico en un Estado libremente asociado.
El siglo XX fue testigo de las incursiones estadounidenses en Latinoamérica a través de las políticas del “gran garrote” y el “buen vecino”, la Alianza para el Progreso y la Organización de los Estados Americanos (OEA). Así, durante la Guerra Fría, el Gobierno de EE. UU. financió campañas políticas y golpes de Estado para derrocar a Gobiernos democráticos bajo la excusa de proteger a América Latina del comunismo. En este contexto, durante la Conferencia Internacional de los Estados Americanos de 1954, la OEA declaró que la actividad comunista constituía una intervención en los asuntos internos americanos y que la instalación de un régimen de esta naturaleza implicaba una amenaza al sistema.
Con el fin de la Guerra Fría y la consiguiente desaparición de la amenaza comunista, Estados Unidos se quedó sin argumentos para mantener su política intervencionista en el continente hasta 1992, año en que se aprobó el Protocolo de Washington, en el cual quedó delimitada una nueva forma de autoritarismo político, económico y militar que establecía la democracia representativa como la única forma de Gobierno legítima en América Latina, la creación del Área de Libre Comercio de las Américas y el aumento de la presencia militar directa de EE. UU. en la región, lo que permitió una profundización de su presencia económica y política, así como una mejor vigilancia de la democracia, la regulación migratoria, el tráfico de drogas y la lucha contra el terrorismo.
Uno de los problemas más acuciantes de Estados Unidos está relacionado con el agotamiento de sus recursos naturales estratégicos y la dependencia que esto le ocasiona frente a otros países en el mercado internacional. Si nos atenemos específicamente al petróleo, se puede apreciar inmediatamente la gravedad del problema: la superpotencia es el mayor consumidor mundial de este recurso y aproximadamente el 50% de todo el petróleo bruto que importa proviene de países latinoamericanos y caribeños, como Ecuador, Brasil, Trinidad y Tobago, Argentina, México y Venezuela, lo que refleja una fuerte dependencia en materia petrolera. Es conveniente recordar que el continente americano es el poseedor del 24% de las reservas mundiales de este recurso y que Venezuela posee la segunda reserva comprobada de petróleo más grande del planeta, solamente por detrás de Canadá.
Incluso si se consideran fuentes energéticas alternativas como los biocombustibles, la dependencia sigue sin superarse. Estados Unidos, a pesar de ser el mayor productor de etanol en el mundo, es menos eficiente que Brasil, su competidor más cercano, por lo que también se ve en la necesidad de importar dicho producto, de modo que también es el mayor importador de biocombustibles del planeta.
Frente a este problema, Washington tiene mucho por qué preocuparse, sobre todo en la coyuntura actual, en la que los países latinoamericanos comienzan a expresar su preocupación y defender sus recursos naturales con más frecuencia. Venezuela es un ejemplo de ello; basta recordar que Chávez amenazó en diferentes ocasiones con cortar el suministro de petróleo a la nación del norte. Otros ejemplos muy próximos los encontramos en la Bolivia de Evo Morales, quien nacionalizó diversas empresas explotadoras de gas en 2006, y el Ecuador de Rafael Correa, que litigó contra las empresas petroleras estadounidenses que dañaban el medio ambiente y no querían someterse al nuevo régimen de ganancias extraordinarias.
Esta preocupación fue incluso mencionada en 2006 por el subcomité estadounidense de Recursos Energéticos Nacionales al señalar que el país corría el riesgo de ser cercado por Irán, Venezuela, Rusia, Nigeria y Bolivia, de manera que no pudiera contar con el uso de la energía como arma. Por ello, a principios del siglo XXI, muchas empresas estadounidenses vieron sus activos reducidos a la mitad como resultado del nacionalismo energético, así como la decadencia de su influencia en la medida en que los países latinoamericanos iban creciendo.
Por si fuera poco, China e India comenzaron a demandar cada vez más recursos energéticos para sostener su crecimiento, lo que dificultó aún más la competencia por estos derivados en el mercado mundial. Un ejemplo de ello ocurrió en 2005 cuando los Gobiernos chino y venezolano firmaron acuerdos para la explotación de gas y petróleo. La potencia asiática firmó convenios similares con países como Brasil, Ecuador, Bolivia, Perú, Colombia, Cuba y Argentina, con lo que incrementaba su presencia en la región.
No obstante, el petróleo no es lo único que le interesa a los EE. UU. América Latina cuenta con otros recursos imprescindibles, como el agua y una larga lista de minerales, muchos de ellos estratégicos e inexistentes en el territorio de la superpotencia del norte, así como una biodiversidad inmensa llena de bondades aún por descubrir.



En el contexto de las nuevas formas de dominación estadounidense en América Latina por medio de la Doctrina de Seguridad Nacional, también se pueden encontrar el daño medioambiental, la inmigración ilegal y el tráfico de drogas, que dividen la región de formas dispares: los problemas ambientales se centran en los países que comparten la Amazonia, el narcotráfico en los de la región andina y los migratorios en América central, principalmente —aunque el país más afectado en los tres casos es México—.
En todos ellos se pueden detectar operaciones gestionadas desde la Casa Blanca con el único objetivo de proteger sus intereses. Ejemplo de dicha situación lo encontramos en Brasil, que, temiendo perder soberanía sobre su territorio amazónico, asumió un rol destacado en la política ambiental mundial mediante la instalación de un inmenso Sistema de Vigilancia de la Amazonia (Sivam). En 2001 salió a la luz que la empresa estadounidense ganadora de la licitación para instalar los equipos de monitoreo fue ayudada por la red de espionaje Echelon, lo cual evidencia la manipulación ejercida para controlar una de las áreas más ricas en biodiversidad y recursos del planeta.
En otros países, sobre todo aquellos vinculados a la producción de drogas, esa manipulación ha sido cada vez más evidente y ha tenido un profundo carácter militar. Muestra de ello es que, desde finales de los ochenta, Bolivia, Colombia y Perú involucraron a sus ejércitos en operaciones antinarcóticos con entrenamiento y asistencia del Gobierno de Estados Unidos, lo que a la postre marcaría la llegada del Plan Colombia, que facilita la entrada de tropas estadounidenses bajo el pretexto de combatir al narcotráfico.
La elección del territorio colombiano para su implementación no fue al azar, ya que esta nación se encuentra en el corazón de la que probablemente sea la cuenca petrolera más importante del mundo, la venezolana, y con balcón sobre la Amazonia, la mayor reserva vegetal y acuífera del planeta, lo que lo convierte en un punto geoestratégico de gran relevancia. Por su parte, México firmó un documento similar al colombiano conocido como Iniciativa Mérida, que amplía la frontera estadounidense hasta el sur de dicho país para detener con fuerzas de seguridad mexicanas el tránsito de inmigrantes centroamericanos, así como luchar la guerra contra el narcotráfico inaugurada durante el mandato del presidente mexicano Felipe Calderón.
Después de los ataques del 11S se percibió un impacto mucho más visible en las relaciones de seguridad —militares y civiles— entre Washington y América Latina. Bajo esta tónica, EE. UU. llegó a señalar que un tercio de los grupos terroristas diseminados alrededor del mundo operaban dentro de la región y que ello implicaba un peligro para su país, lo que dio como resultado la aplicación de múltiples estrategias para interrumpir el mercado de drogas.
Posteriormente, estas declaraciones servirían como justificación para la reactivación de la IV Flota estadounidense, inactiva desde finales de la II Guerra Mundial, algo que su Marina consideró un reconocimiento de la inmensa importancia de la seguridad marítima del sur del continente y una forma de enviar señales poderosas a toda la sociedad civil y marítima de Latinoamérica.

Bajo vigilancia permanente

Estados Unidos siempre ha procurado ejercer un rol importante en el mundo desde que se independizó como país. Por su parte, América Latina ha sido desde siempre uno de los blancos favoritos de esta nación para llevar a cabo experimentos económicos, políticos y sociales. Entendido de esta manera, el militarismo actual no sería más que otra manifestación de la política imperialista de los EE. UU. sobre el continente, agravado quizás por su proximidad geográfica, pero sobre todo por la emergencia de los recursos naturales.
Los problemas económicos de EE. UU. han venido aumentando en los últimos años, lo que acarrea una pérdida de influencia en el mundo entero. Tanto la Doctrina de Seguridad Nacional como la Iniciativa Mérida, el Plan Colombia y la reactivación de la IV Flota se revelan como intentos por recuperar su otrora hegemónico poder sobre la región y garantizar el flujo de recursos naturales estratégicos.
En un contexto en el que no hay más lucha política contra el comunismo, los recursos naturales pueden servir para justificar la creciente militarización de América Latina. Al contrario de lo que indican los dos documentos concernientes a la seguridad nacional de EE. UU., la presencia de 39 bases militares y 46 bases itinerantes hace pensar que la región es más prioritaria de lo que parece.

http://es.lapluma.net/index.php?option=com_content&view=article&id=8698:2016-10-10-23-22-49&catid=94:mundo&Itemid=427



Actividades:
1.      Establecer dos conclusiones de cada imagen que acompaña el texto.
2.      Con 10 proposiciones afirmar los intereses de E.U. en militarizar los recursos naturales en A.L. Acompañarlas con una ilustración en el cuaderno.
Con esto en mente completa el siguiente cuadro:
Meta personal (lo que esperas lograr):
Proyección de entrega por etapa (Cuántas horas te vas a demorar):________
Punto de Partida
_________
Investigación
_________
Desarrollo de la habilidad
________________
Relación
________
Proyección de entrega del tema (en horas):__________________
Fecha proyectada de entrega: ___________________

1.      ¿Qué elementos podemos observar de la siguiente imagen  para explicar la militarización de los recursos?
              

a. ¿Qué mensaje nos dan la ilustración y cuál es su sentido crítico?
b. ¿Qué asunto nos hace llamar la atención y porque?
Investigación

En esta etapa comprenderás sobre la política de las multinacionales  con sus características y consecuencias en el myndo. Para eso desarrollaras las siguientes actividades en tres momentos:

1.      Antes:       Realiza la lectura formulando preguntas (5) acerca del mismo, y respondiendo estas preguntas con las lecturas y videos de los enlaces, más los textos de la guía.

La política exterior de las multinacionales

Las empresas multinacionales se han convertido en los últimos años en uno de los actores más poderosos del sistema mundial. En su empeño de maximizar sus beneficios, son capaces de traspasar fronteras, reducir barreras espaciotemporales y crear redes de interdependencia y conexión a lo largo y ancho del globo. Haciendo esto, se relacionan directa o indirectamente con Estados, organizaciones internacionales e incluso con otras multinacionales rivales. Los resultados de esas relaciones son de enorme trascendencia y responden a una estrategia común de actuación, esto es, a una política exterior propia.

Las multinacionales, ¿más poderosas que los Estados?

Las empresas multinacionales tienen una visión global de la economía, de su ámbito de trabajo y de su presencia en el mercado mundial. Al actuar a semejante escala, bien intentan influir o condicionar las políticas de los Estados para que sean conformes a sus intereses, bien desarrollan una estrategia para negociar con un Estado como contraparte al mismo nivel. Todo ello forma parte de su política exterior.
A raíz del proceso de globalización y la reciente revolución tecnológica, las empresas multinacionales han adquirido un enorme poder, hasta el punto de enfrentarse incluso con Estados. Lo cierto es que su poder puede ejercer una influencia decisiva sobre un Gobierno, tanto si es para garantizar sus intereses en ese país como para simplemente desarrollar su actividad. Recientemente, en 2014, el presidente turco, Recep Tayyip Erdoğan, bloqueó el acceso desde Turquía a la red social Twitter debido a la difusión a través de esta red de pruebas de corrupción de la cúpula gubernamental, incluido el propio Erdoğan. De esta forma, una multinacional con un enorme poder de información a nivel nacional y mundial se enfrentaba al Gobierno de un Estado que veía sus intereses en peligro por culpa de la actividad de esta empresa.
Recientemente, hemos podido constatar cómo incluso jurídicamente se reconoce a las multinacionales privadas como actores propios al mismo nivel que los Estados. En el tratado de comerciorecientemente firmado entre Canadá y la UE se dispone que las disputas litigiosas entre empresas afectadas por normas estatales contrarias al tratado se resolverán mediante tribunales privados de arbitraje. Así, en una disputa entre una empresa multinacional y un Estado, este será visto como equivalente a la primera a ojos del tribunal, que tomará una decisión vinculante al margen de lo que establezca el ordenamiento jurídico del Estado. En los últimos años, algunos Estados se han visto obligados a indemnizar a multinacionales o a realizar cambios en su ordenamiento como resultado de estos tribunales. Este mismo año, Ecuador logró rebajar a 980 millones de dólares una resolución inicial que le obligaba a indemnizar a Occidental Petroleum Corp con 2.300 millones de dólares.
Si además de estos ejemplos añadimos datos como que los ingresos de Walmart en 2010 fueran más elevados que el PIB de Grecia, podríamos atrevernos a decir que hay multinacionales más poderosas que algunos Estados. Es por ello que se comienza a hablar de la estrategia de desnacionalización de las empresas o incluso de su virtualización, es decir, de la total ausencia de conexión con estructuras políticas. En ello podrían estar interesadas las 25 empresas que ya son más poderosas que la mayoría de los Estados. Lo que sin duda queda claro es que en el siglo XXI las empresas multinacionales son actores políticos de primer orden, capaces de condicionar la actualidad de la agenda internacional.

Un ejemplo del pasado: la política exterior de la UFCO

Podría decirse que ni las empresas multinacionales son un producto del siglo XXI ni, por ende, el hecho de que desarrollen una política exterior tampoco lo es. Si atendemos al ejemplo de la United Fruit Company (UFCO) estadounidense, estaríamos ante una empresa que opera en territorios distintos y, nuevamente, a través de una lógica común de actuación. Sin embargo, no estamos ante el mismo fenómeno que en nuestros días.
La UFCO era una empresa estadounidense que monopolizaba el comercio de frutas entre América Central y los Estados Unidos. Efectivamente, trazaba una red de contactos y de relaciones entre las élites gobernantes de los territorios donde operaba y el Gobierno estadounidense para asegurarse la no interferencia en su control de la producción. Sin embargo, el modo de hacerlo difiere del que emplean las multinacionales en la actualidad, por su implicación directa y violenta en los territorios donde operaba y por su simbiosis respecto a la política exterior estadounidense.

Logo de la UFCO. Fuente: Emaze
Es conocida su participación en la Masacre de las Bananeras en Colombia (1928) al presionar a las autoridades locales para que reprimiesen a sus trabajadores en huelga, con el resultado de unos mil muertos. De similar forma, para salvaguardar sus intereses en Guatemala, la CIA organizó un golpe de Estado en 1954; por aquel entonces, el director de la agencia, Allen Dulles, pertenecía al consejo directivo de la UFCO.
Al margen de la participación directa y violenta en conflictos internos, la principal característica del modelo de la UFCO era su paralelismo respecto a la política exterior estadounidense hacia América Central y viceversa. Ello se explica gracias a las relaciones entre sus altos cargos y el Departamento de Estado u otros organismos gubernamentales. De esta forma, allá donde la UFCO tuviera un interés estaba el aparato del Estado norteamericano para asegurárselo. Se trata, pues, de una actividad y unos intereses exteriores de una empresa que se servía de la política exterior de su país de origen para su defensa.

Manual de instrucciones para construir una política exterior propia

Si por algo la política exterior actual de las multinacionales es distinta, es principalmente porque han querido rehuir de la imagen que proporciona el modelo de la United Fruit Company. La estrategia exterior actual, no solo de las multinacionales, sino de las pequeñas y medianas empresas, así como las empresas emergentes, es demostrar la utilidad que proporciona la empresa para los retos y desafíos de la sociedad y vender la empresa como institución social útil, para lo que se valen, entre otras cosas, de la responsabilidad social corporativa, destinada fundamentalmente a promover esta imagen de la empresa de cara al exterior.
En un artículo reciente publicado en la Harvard Business Review, el analista John Chipman defiende la necesidad de las multinacionales de “privatizar” la política exterior, esto es, de realizar por sí mismas las actividades que venían siendo características de los Estados, con dos objetivos fundamentales: mejorar las habilidades de la empresa para operar en el exterior a través de la diplomacia corporativa y asegurar el éxito en cualquier escenario a través de diligencia geopolítica.
La diligencia geopolítica en las actuaciones de la empresa implica, a grandes rasgos, aplicar una visión estratégica más regional que local y tener presentes los riesgos trasnacionales. Así, para prevenir sucesos como el ataque a la planta de gas en Argelia en 2013 por Al Qaeda, una acción planeada y ejecutada en tres países distintos, una empresa debería considerar los principales actores regionales y trazar una estrategia respecto a ellos.
El segundo pilar fundamental de la política exterior de las multinacionales es la diplomacia corporativa. Su función es mejorar la habilidad de la empresa para operar hacia el exterior y garantizar su éxito en cualquier país. Para ello, es positivo que la empresa desarrolle una política exterior distinta a la de su país de origen. Por ejemplo, una empresa saudí muy alineada con las políticas de su Gobierno levantaría más inquietud en sus clientes por su delicada postura respecto a los derechos humanos, algo que no ocurriría si tuviera una línea más desmarcada.
El desarrollo de la diplomacia corporativa nos lleva necesariamente a otro punto: la figura del diplomático. En las grandes multinacionales, este cargo lo ocupan normalmente los CEO o miembros del consejo de administración y dirección de la empresa, aunque el fenómeno de las puertas giratoriasha implicado que, en gran medida, este tipo de puestos fueran reservados para expolíticos con una gran trayectoria y, sobre todo, una abultada agenda de contactos internacionales.
Sin embargo, son cada vez más los empresarios que, rodeados de buenos asesores de estrategia, ejercen la función de representar a su firma de forma similar a la que encontramos entre embajadores o representantes estatales, vendiendo la marca de su empresa mediante fundaciones, participación en foros o su presencia en medios de comunicación. Un ejemplo de diplomático del siglo XXI lo encontramos en Bill Gates, fundador de Microsoft, quien desarrolla a través de su fundación filántropauna estrategia de presencia mundial distinta a la de Microsoft, por ejemplo desarrollando iniciativas de prevención de pandemias globales junto a otros líderes mundiales o, recientemente, participando en foros internacionales, como la Conferencia de Seguridad de Múnich, que reúnen a los principales dirigentes mundiales.

Un ejemplo del presente: la política exterior de Exxon Mobil

En Private Empire, el periodista Steve Coll describe a Exxon Mobil como “un Estado independiente dentro de Estados Unidos, con su propia red de contactos internacionales y una política exterior independiente”. Coll analiza el modus operandi de Exxon, cómo actúa de manera totalmente independiente del poder del Gobierno estadounidense con el único objetivo de extraer petróleo para el beneficio de sus accionistas. En una empresa como Exxon, disponer de una política exterior propia es, quizás, el segundo aspecto organizativo más importante como empresa después de su estrategia productiva.
Exxon Mobil es la mayor empresa descendiente de la monopolística Standard Oil, fundada por John D. Rockefeller. Es la empresa energética con mayor cotización en bolsa (355.921 millones de euros en 2016), solo superada por cuatro empresas del sector tecnológico y de inversión. Tradicionalmente presente únicamente en el mercado de petróleo, en 2009 compró por 30.000 millones de dólares XTO Energy, empresa especializada en perforar y explotar yacimientos naturales. Es la mayor empresa energética a nivel mundial y está presente en más de veinte países de los cinco continentes.
Esta empresa actúa en países extranjeros con reservas de gas y petróleo, invirtiendo enormes sumas de capital en operaciones que comienzan a aportar beneficios diez o quince años después de su comienzo. Evidentemente, no lo hace a cualquier precio ni, de cualquier manera. Primero necesita información de la situación geopolítica de la zona en la que va a invertir y de los posibles riesgos a corto y a largo plazo. Para ello, cuenta con un departamento propio de inteligencia política y análisis estratégico, en el que trabajan antiguos diplomáticos, funcionarios públicos e investigadores privados especializados en cada región mundial.
https://rolloid.net/estas-ilustraciones-te-mostraran-una-realidad-incomoda-ver/

Exxon está interesada sobre todo en la estabilidad política del país y la región donde invierte para asegurar sus beneficios a largo plazo. Para ello, no duda en asegurar a los grupos políticos adecuados para que mantengan el orden y se mantengan ellos mismos en el poder. Azerbaiyán, Chad, Guinea Ecuatorial, Tailandia o Madagascar son algunos países en los que posee inversiones. En 2004, por ejemplo, un subcomité del Senado estadounidense identificó un banco en Washington donde Exxon y otras petrolíferas ingresaban dinero que iba a parar exclusivamente a las manos de la familia de Teodoro Obiang, dictador ecuatoguineano que ostenta el poder en la antigua colonia española desde 1979.
En todas las operaciones internacionales, que son negociadas con Gobiernos extranjeros, Exxon está representada por sus directivos más altos. El actual secretario de Estado de la Administración Trump, Rex Tillerson, fue elegido precisamente por sus cualidades de negociador. Exdirector de Exxon, Tillerson logró forjar una política exterior empresarial capaz de poner en jaque las políticas del Departamento de Estado hacia ciertas regiones con el objetivo de salvaguardar los intereses de la compañía. En 2011, firmó un acuerdo con el Gobierno del Kurdistán iraquí que debilitaba al Gobierno central de Bagdad en contra de los objetivos de la Administración Obama. Más sonado es su avocamiento por el cese de las sanciones a Rusia, lo que le valió ser condecorado con la Orden de la Amistad directamente por el presidente Putin.
Exxon sigue a rajatabla las recomendaciones de Chipman en el diseño de una política exterior —diligencia geopolítica y diplomacia corporativa— a la vez que ha logrado distanciarse enormemente de la impresión pública que tenía la UFCO. Con una política exterior propia consolidada y hasta contraria a la de su país de origen, Exxon ha logrado posicionarse como la mayor empresa del sector energético a nivel mundial y trazar una red de conexiones y actividades en regiones muy distintas, con un modo de actuación siempre favorable a sus intereses.

¿Un nuevo orden mundial?

Resulta indudable el hecho de que el poder de las multinacionales ha aumentado en las últimas décadas. Si comparamos el PIB y las cifras de facturación de varias empresas en 2015, vemos que una petrolífera china, Sinopec, es más poderosa que Sudáfrica; que Toyota supera en casi 40 millones de dólares a Portugal, o que una empresa de telecomunicaciones como AT&T tiene casi el doble de ingresos que Eslovaquia.
Ante esto, cabe hacerse varias preguntas. En primer lugar, el orden mundial que triunfó con la caída del bloque soviético en los noventa se basaba en la idea de que la democracia liberal era la forma universal más adecuada de gobernar el mundo y que todos los Estados deberían fijar como meta la democracia liberal representativa como forma de gobierno. Sin embargo, las multinacionales como actores de la política mundial no promueven ni adoptan la democracia liberal; al contrario: en ocasiones, defienden regímenes autoritarios antidemocráticos, como es el caso de Exxon en Guinea Ecuatorial. Habría que preguntarse si las multinacionales pueden llegar a suponer una amenaza para la democracia y los derechos humanos.
Si realmente lo son, ¿qué orden mundial alternativo proponen? Lo que se puede deducir del análisis de su política exterior es que el objetivo que persiguen las multinacionales a través de ella es mejorar sus rendimientos e ingresos a lo largo del mundo. Las multinacionales no promueven un orden mundial nuevo de acuerdo a sus intereses, sino que favorecen estos a costa del orden vigente.

2.      Durante: Selecciona palabras claves con la siguiente indicación: el signo + si comprendes el significado, el signo ? si comprendes algo general o si no estás seguro de lo que significa y el signo – si no comprendes la palabra. Puedes agregar preguntas adicionales.

3.      Después: Socializan los puntos anteriores con tres compañeros más y traten de aclarar los conceptos marcados con el signo ? y -, en caso de requerir ayuda busque al analista. Enseguida responder a las preguntas planteadas en el antes, primer punto.

4.      Diseña un organizador gráfico con las principales ideas de alguno de los dos textos.
Desarrollo  de la habilidad

En esta etapa pondrás en práctica lo que has aprendido hasta el momento, concretarás la construcción de saberes y camino al desarrollo de habilidades relacionadas con el concepto de militarización de los recursos y el papel de las multinacionales.

1.    Realizar un noticiero corto de tres minutos en video por celular acerca de la militarización de los recursos o de la intervención de las multinacionales en el mundo, por grupos.
2.    En cartelera desarrollar el mapa de América Latina o del mundo, si es el primero, sustentar el tema de la militarización de los recursos, si es el segundo, el papel desarrollado por las multinacionales.

Relación
En esta etapa aplicarás tus nuevos aprendizajes a tu realidad, harás ejercicios que traigan FRE a tu colegio y a tu vida. Por otro lado, evaluarás tu proceso durante las etapas anteriores y tu disposición de trabajo en general.
http://metiendoruido.com/2013/07/apuntes-de-zibechi-progresismo-neocolonialismo-extractivismo-autonomia-y-control-territorial/
1.   De la anterior imagen, construir un texto que contengan 50 palabras explicando la relación con el tema de la militarización de los recursos.


2.   ¿Qué mensaje nos aportan la canción de Ricardo Arjona? Ver enlace de video.



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